1.2 - La cruel soledad e incomprensión del maltrato psicológico

  

                

   Es imposible que una víctima de maltrato psicológico, "psíquicamente muerta", salga de este círculo sola y sin ayuda  y aun lo es más cuando ni siquiera cuenta con la defensa de la justicia, ni de familiares ni amigos. Y esto, ¿por qué ocurre?,¿por qué, aún en este siglo las víctimas del maltrato enmascarado, se siguen encontrando con reacciones ante los Cuerpos de Seguridad de " los trapos sucios los lava usted en su casa" o "sus hijos están sufriendo su inmadurez, hagan el favor de ponerse de acuerdo"... 

   Fundamentalmente por dos razones:

  -El sentimiento de culpa de la víctima es tan grande que esto es percibido por jueces, policías..., pues ellas siempre creen no estar expresándose bien, creen que están siendo exageradas...

  -Los maltratadores, sin embargo, muestran una frialdad y un convencimiento de no ser culpables, que da miedo.

   Pues bien, en los casos de denuncia por parte de las víctimas (cuando consiguen dar el paso, si es que lo dan), se pueden encontrar con policías y jueces que, al percibir la manipulación, vuelcan sobre ellas la culpabilidad de lo que está ocurriendo, para mayor destrucción de la víctima.

   La psicóloga española Pilar Muñoz refiere en una de sus charlas, que las víctimas que llegan "depredadas" por estos sujetos a sus consultas, lo hacen "con un núcleo psíquico muerto" y cuesta enormemente encontrar su "yo", encontrarlas. Entienden de forma racional lo que les está ocurriendo pero son incapaces de desligarse emocionalmente de sus depredadores porque más allá de ellos está "EL VACÍO". Y con estas características, se les exige a las víctimas coherencia y no entrar en contradicciones, cuando ¡no saben interpretar lo que está viviendo!. Su capacidad de percepción está seriamente dañada. Necesitan muchísima ayuda. Ellas, ante los jueces, policías y abogados no pueden denunciar como lo harían otras personas, contando los hechos de forma objetiva, sin sufrir tanto y sin tanta implicación emocional. Cada vez que cuentan lo que les ocurre, es un desgarro. Mientras lo cuentan, pueden estar pensando:" no quiero hacerle daño, a lo mejor estoy equivocada,  ¿que hago yo aquí?, ¡se va a poner más furioso aún! ¡qué vergüenza!, no es para tanto...". Estos pensamientos y muchos otros golpean en la mente de la víctima a la vez, todos a la vez; mientras tanto, quien las escucha presupone que está ante una persona que va a denunciar, con las ideas muy claras y que quiere defenderse (¡¡las víctimas no saben defenderse!!), percibiendo su actitud como inseguridad, debilidad, persona poco centrada y de la que no hay que fiarse de lo que dice. La víctima, no es de extrañar, que ante el juez pueda incluso verbalizar: "no se, a lo mejor no es para tanto" y pueda incluso sonreír y mostrarse afable. La justicia quiere pruebas, pruebas tangibles, están cansados de mentiras, de verdades a medias y por supuesto no son psicólogos ni psiquiatras, quedando a merced la víctima de la sensibilidad, empatía y conocimientos de quien las escucha. 

   Otra cuestión extremadamente invalidante es el disimulo social, es decir, las víctimas sufren la agresión verbal por parte del d. pero tienen la sensación de solo percibirla ellas y se preguntan constantemente "¿cómo los demás no ven esto?".

   En el entorno familiar, pueden incluso los hijos y otros familiares no darse cuenta de la manipulación. Es por lo que los psicólogos coinciden en que sacar de las fauces de un depredador a su víctima cuesta años y además es imposible que lo hagan solas.