jueves, 23 de octubre de 2014

2.2 - ¿Por qué me tratas así si yo te quiero? (II Parte)

   Opinaba de casi todas las mujeres que encontraba a su paso: "¡qué elegante!, ¡qué sexy!, ¡cómo le quedan los pantalones!....incluso hasta "qué puta"! (qué pena que puta sea un insulto). No voy a reproducir los comentarios más vulgares, pero os lo podéis imaginar. Las admiraba o las odiaba, no tenía término medio. Si, yendo con su pareja se cruzaban con alguna mujer atractiva, él la miraba descaradamente e incluso sonría. María miraba avergonzada hacia otro lado.

   Cuando le gustaba alguna mujer, se deshacía en halagos, se ofrecía ayudarla en cuanto ella verbalizaba algún problema, incluso posponía cualquier asunto relacionado con su pareja o sencillamente lo anulaba, dando como explicación "¡es mi amiga!". Y lo hacía más de una vez. Tenía un amplio cartel de amigas a las que felicitaba por sus cumpleaños y otros detalles. El cumpleaños de su pareja lo olvidaba.

   Controlador por naturaleza, dirigía el vestuario de su pareja: "eso no te queda bien, cómprate esos vestidos que se llevan ahora tan ceñidos..." y por supuesto tenía que llevarlos con él y así poder presumir de la mujer tan bella, con tanto saber estar, que iba a su lado.

     Ella no le daba ningún motivo de celos. Tenía bastante con él, sus hijos y su trabajo. Mujer responsable y dulce, que no entendía esa actitud de él inquieta constante, cómo si le faltara algo y permanentemente alerta, como si algo malo fuera a ocurrir.

   Le controlaba el dinero, dirigía los gastos de la casa y no soportaba la idea de que ella se quedara sin trabajo cuando estaba enferma.

   Ella era bella, bella y elegante, además de ser un ser adorable, creativa, trabajadora...Él la admiraba en el fondo...entonces...¿por qué la trataba así?.

   Si ella se hubiera querido más que a nadie, le habría dejado. Le habría dejado cuando él le dijo que creía haberse enamorado de otra chica, que había soñado con ella, ... si le hubiera dejado entonces... Aquello se lo dijo, como el que da los buenos días, para luego marcharse sin mirar hacia atrás y ver que ella estaba herida de muerte.

   Y María enfermó. En un principio, ni los médicos sabían qué le pasaba pero ella sentía que se moría. Después llegaron las crisis, crisis en las que perdía el conocimiento de forma brusca, golpeándose allí donde cayera, aunque lo más traumático para ella, llegaba al despertar, porque no recordaba nada, ni siquiera su nombre. Epilepsia fue su diagnóstico. Sus hijos eran muy pequeños y sólo de pensar que "aquel monstruo" de las crisis llegara en presencia de ellos le producía mucho miedo. María había estado muchos años trabajando a turnos, entre los cuales estaban las noches. Esta circunstancia, sumada a la infelicidad de su matrimonio, pudo facilitar el desarrollo de esta enfermedad que, si bien, tendría predisposición a contraerla (ningún familiar la había padecido no obstante), bien pudo el estrés, la falta de descanso, el agotamiento y la ansiedad,  ser la puerta abierta que dejara entrar a tan cruel enfermedad.

   Y él no lo soportaba. Ni un abrazo, ni un "no te preocupes cariño, yo te ayudaré". NUNCA, NI UNA SOLA VEZ. Minimizaba la enfermedad, diciendo que ella se lo provocaba a causa de sus nervios. No era nerviosa aparentemente, porque todo se lo "tragaba", ¡ese era el problema!. El médico le dijo a María que evitara salir corriendo buscando un lugar de descanso cuando sintiera que iba a llegar la crisis, pues en estos casos lo mejor es "dejarse caer muy despacio"en el lugar donde empiece a notar el mareo:  en el suelo o una cama si estás en ella y colocarse de lado, en la postura lateral de seguridad. De esta forma podría "frenar" la crisis y relajarse. María, en un principio no hacía eso, ella corría buscando una cama, un sofá, un lugar donde descansar y esconderse, muchas veces de él, pero....era peor. A medio camino perdía el conocimiento con el consiguiente golpe en la cabeza. Y él, cuando la venía tendida en el suelo, con el rostro desencajado, se enfadaba. En un ocasión, se sintió mal con un grupo de amigos y ella se apartó un poco para poder relajarse. Cuando él la vió: "¡vaya ridículo, qué susto le has dado a los amigos!".
Si ella comentaba con él la idea de cambiar de trabajo u otras alternativas, él decía: "estás jugando con el pan de tus hijos". Aún con todo y siendo María una persona inteligente, seguía con él y pensaba realmente que ella podía haber evitado su enfermedad. La capacidad de interpretar, de juzgar estaba ya seriamente dañada. (3.3 El misterio de amar a un depredador)

   Y pasó...se enteró que le había sido infiel con su jefa y ¡a saber con cuántas mujeres más!. Esto fue el principio del fin. Aquella noticia fue un auténtico atentado contra el amor que ella sentía. Para ella fue así. ¡Ahora le cuadraba todo!. Tuvo que ocurrir esto para que ella reaccionara, ¿con qué derecho le había exigido tanto?, él que se erigía como salvador y mentor de la humanidad... ¿por qué?

  Carlos tenía algunos conocimientos informáticos y cuándo empezó a sospechar que su víctima se le escapaba, pues ella por fin le pidió el divorcio, comenzó a controlar todas las cuentas de correo, redes sociales, etc; tiraba objetos al suelo con fuerza, la amenazaba con "hundirla", la seguía a todas partes (hasta compró unos prismáticos para vigilarla mientras estaba en una comida de trabajo); la llamaba al móvil de forma compulsiva y le mandaba mensajes sin parar. Este acoso, María lo justificaba, porque "entendía" el dolor que él pudiera estar sintiendo pues ella YA se le había "escapado" de sus manos.


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